【逃离城市喧嚣 去安徽宣城感受宁静 | Escapada a la ciudad china de Xuancheng para disfrutar de la paz】El 23 de julio de 2019, en la ciudad de Xuancheng, provincia china de Anhui, la temperatura durante el día era muy alta, y había una brillante puesta de sol en los suburbios occidentales del condado de Langxi. Mirando hacia abajo desde el cielo, los rayos purpúreos del sol saliente irradiaban los campos y las aldeas, en una imagen sin igual. Más: https://t.cn/AijhxO6T
# Organización Internacional del Trabajo para América Latina##墨西哥新闻##拉美新闻#【No hay jóvenes (cualificados) para tanto trabajo】"El programa Neo trata de cerrar brechas entre la falta de habilidades latinoamericanos de los estudiantes y la demanda de las empresas. El mercado laboral en Latinoamérica es paradójico: mientras el desempleo juvenil está disparado (es tres veces superior a la tasa media), el 40% de las empresas tienen vacantes que no consiguen cubrir por no encontrar perfiles con las competencias necesarias.
Esto se explica con un tercer dato: más de la mitad de los chavales salen de la escuela sin las habilidades básicas que se suponía deberían haber adquirido. Les faltan tanto las competencias más teóricas (lectura, matemáticas...) como habilidades socioemocionales imprescindibles para casi cualquier trabajo. Hugo Ñopo, economista jefe de la Organización Internacional del Trabajo para América Latina, explica que existe un círculo vicioso: “Cuando preguntas a las empresas te dicen que prefieren emplear menos jóvenes porque son menos confiables; les preocupa la impuntualidad, la falta de compromiso, que no trabajan en equipo, que no tienen buenos estándares de comportamiento... No saben socializar en el centro de trabajo y tampoco tienen la oportunidad de entrar en uno, así que no aprenden”.
Hace cinco años nació el programa Neo, que pretendía dar una solución a estas paradojas. Elena Heredero, especialista líder de BID Lab, el laboratorio de innovación del Banco Interamericano de Desarrollo, uno de los impulsores de la iniciativa, explica que tras estudiar el problema vieron que era “demasiado grande y multidimensional” como para buscar soluciones en un solo sector. “Es sistémico”, resume. Por eso, la idea no era enfocarse en quienes son jóvenes hoy, puesto que mañana dejarán de serlo, sino a formadores, agencias de empleo, docentes, empresas…
Neo se centra en dar respuesta a tres grandes carencias. La primera, la orientación vocacional. “Está muy descuidado en todo el sistema educativo, no se tienen en cuenta las habilidades socioemocionales, también llamadas blandas, que son fundamentales para el trabajo actual: comunicación, trabajo en equipo, resolución de problemas”, resume Heredero. El segundo pilar del programa son los servicios de empleo juvenil. “Los centros de formación no tienen servicios especializados que hagan un contacto permanente con las empresas”, añade la especialista. Por último, busca modernizar la pedagogía. En palabras de Heredero, “un aprendizaje activo que no se limite a la charla del profesor”.
El programa se ha implementado en 10 países de Latinoamérica. Se han integrado más de 1.500 empleadores y ha beneficiado a 380.000 jóvenes, según datos del Banco Interamericano de Desarrollo.
Con el objetivo de cerrar las brechas entre la oferta y demanda del mercado laboral, cada país ha ideado una solución en función de sus características. Zuleika de Plazaola, que coordina el programa en Panamá, explica que el primer diagnóstico en el país fue un sistema educativo con muchas carencias. “Nos planteamos tres metas: incidir en programas de formación profesional, con estudios de oferta y demanda para saber qué necesitaba el mercado y qué se ofrecía. Diseñamos planes más a medida de lo que las empresas requerían. Pusimos en marcha cursos para mejorar la calidad de la docencia. Y, en tercer lugar, apostamos por la enseñanza vocacional, entrenando a orientadores para conducir a los jóvenes a lo que mejor se ajustase a sus preferencias y aptitudes”, detalla Plazaola.
En Panamá el programa echó a andar en 2016 como proyecto piloto y todavía no hay un estudio de resultados cuantitativos. La intención de sus promotores es ampliarlo para poder medir cómo incide en la empleabilidad de los jóvenes. De momento, ha dejado como herencia la herramienta Marca tu rumbo, que mide aptitudes e intereses de los estudiantes para guiarlos hacia los oficios a los que puedan sacar más partido.
Escalar este tipo de iniciativas es el principal reto. “Neo es un programa maravilloso, está bien diseñado, pero necesitamos convertirlo en una política pública”, argumenta Ñopo. “Cualquier Gobierno te va a decir que entiende el problema y que lo quiere resolver, pero aplicarlo de forma decidida en todo el territorio no es barato, ni en términos financieros ni de recursos humanos”, continúa. En opinión del experto de la OIT, a la par que se implementan este tipo de programas tiene que haber una revisión a fondo de los sistemas educativos para que provean a los jóvenes tanto de habilidades cognitivas como socioemocionales."
Esto se explica con un tercer dato: más de la mitad de los chavales salen de la escuela sin las habilidades básicas que se suponía deberían haber adquirido. Les faltan tanto las competencias más teóricas (lectura, matemáticas...) como habilidades socioemocionales imprescindibles para casi cualquier trabajo. Hugo Ñopo, economista jefe de la Organización Internacional del Trabajo para América Latina, explica que existe un círculo vicioso: “Cuando preguntas a las empresas te dicen que prefieren emplear menos jóvenes porque son menos confiables; les preocupa la impuntualidad, la falta de compromiso, que no trabajan en equipo, que no tienen buenos estándares de comportamiento... No saben socializar en el centro de trabajo y tampoco tienen la oportunidad de entrar en uno, así que no aprenden”.
Hace cinco años nació el programa Neo, que pretendía dar una solución a estas paradojas. Elena Heredero, especialista líder de BID Lab, el laboratorio de innovación del Banco Interamericano de Desarrollo, uno de los impulsores de la iniciativa, explica que tras estudiar el problema vieron que era “demasiado grande y multidimensional” como para buscar soluciones en un solo sector. “Es sistémico”, resume. Por eso, la idea no era enfocarse en quienes son jóvenes hoy, puesto que mañana dejarán de serlo, sino a formadores, agencias de empleo, docentes, empresas…
Neo se centra en dar respuesta a tres grandes carencias. La primera, la orientación vocacional. “Está muy descuidado en todo el sistema educativo, no se tienen en cuenta las habilidades socioemocionales, también llamadas blandas, que son fundamentales para el trabajo actual: comunicación, trabajo en equipo, resolución de problemas”, resume Heredero. El segundo pilar del programa son los servicios de empleo juvenil. “Los centros de formación no tienen servicios especializados que hagan un contacto permanente con las empresas”, añade la especialista. Por último, busca modernizar la pedagogía. En palabras de Heredero, “un aprendizaje activo que no se limite a la charla del profesor”.
El programa se ha implementado en 10 países de Latinoamérica. Se han integrado más de 1.500 empleadores y ha beneficiado a 380.000 jóvenes, según datos del Banco Interamericano de Desarrollo.
Con el objetivo de cerrar las brechas entre la oferta y demanda del mercado laboral, cada país ha ideado una solución en función de sus características. Zuleika de Plazaola, que coordina el programa en Panamá, explica que el primer diagnóstico en el país fue un sistema educativo con muchas carencias. “Nos planteamos tres metas: incidir en programas de formación profesional, con estudios de oferta y demanda para saber qué necesitaba el mercado y qué se ofrecía. Diseñamos planes más a medida de lo que las empresas requerían. Pusimos en marcha cursos para mejorar la calidad de la docencia. Y, en tercer lugar, apostamos por la enseñanza vocacional, entrenando a orientadores para conducir a los jóvenes a lo que mejor se ajustase a sus preferencias y aptitudes”, detalla Plazaola.
En Panamá el programa echó a andar en 2016 como proyecto piloto y todavía no hay un estudio de resultados cuantitativos. La intención de sus promotores es ampliarlo para poder medir cómo incide en la empleabilidad de los jóvenes. De momento, ha dejado como herencia la herramienta Marca tu rumbo, que mide aptitudes e intereses de los estudiantes para guiarlos hacia los oficios a los que puedan sacar más partido.
Escalar este tipo de iniciativas es el principal reto. “Neo es un programa maravilloso, está bien diseñado, pero necesitamos convertirlo en una política pública”, argumenta Ñopo. “Cualquier Gobierno te va a decir que entiende el problema y que lo quiere resolver, pero aplicarlo de forma decidida en todo el territorio no es barato, ni en términos financieros ni de recursos humanos”, continúa. En opinión del experto de la OIT, a la par que se implementan este tipo de programas tiene que haber una revisión a fondo de los sistemas educativos para que provean a los jóvenes tanto de habilidades cognitivas como socioemocionales."
#墨西哥经济##拉美经济#【La Familia Burrón: La historieta que retrató la pobreza en México】 "En 1946 la tinta roja se esparció y creó un ícono para los mexicanos. Era una época en la que en México se estaba por otorgar el voto a las mujeres, los precios se reducían y poco a poco avanzaba la economía. Se temía a los comunistas como al mismo diablo, el país aún estaba en la efervescencia de aquello que se prometió en la Revolución.
Borola Tacuche Burrón nació de la mano de Gabriel Vargas, quien a través de sus trazos semanales reflejó una realidad terrible con cierta gracia, demostró de algún modo que al menos en 61 años la realidad de los desventurados rezagados por la sociedad poco cambió. Borola habló por aquellos que sumidos en la pobreza son omitidos por las promesas del progreso y sólo existen en las campañas presidenciales.
La Familia Burrón representó en su primer número a la familia típica mexicana de clase baja. El lenguaje burdo y prosaico, la ignorancia, la desnutrición, la angustia del desempleo, la fortaleza ante el infortunio, la muerte, la fe, la familia como el único soporte ante la inexistencia: a la pobreza se le ignora, no se le ataca.
orola, Regino, Regino hijo, Macuca, Fóforo y Wilson, -perro callejero acorde a su familia- y una decena de personajes más que sostuvieron una publicación semanal que en 2009 vio su último número, apenas un año antes de la muerte de su creador.
Podemos imaginarnos a Gabriel Vargas, quien durante 61 años resistió los embistes del tiempo para traer una historia que al igual era cómica que cruda, en el momento justo en el que con su pincel decidió brindarle aquella espectacular cabellera pelirroja a una mujer ficticia que sería el reflejo de más de 53 millones de mexicanos que viven en el olvido.
En un barrio pobre de México, el Callejón del Cuajo número “chorrocientos chochenta y chocho”, un lugar inventado que al mismo tiempo existe en todas las colonias de nuestra capital, una vecindad destartalada recibió a una familia cuya madre evitaba el caos entre tanta desventura.
Borola, de familia de abolengo, quizá por esa locura tan destacada que número a número reflejaba, renunció a las riquezas y se casó con Don Regino, dueño del “Rizo de Oro” que no era más que una humilde peluquería casi vacía, más de oropel que de oro, en la que pasaba las tardes enteras esperando a que algún cliente se apiadara de aquel negocio en ruinas.
¿De qué trataba La Familia Burrón?
El mexicano, su mítica, la ciudad, los barrios, los rincones, los hoteles viejos, las esquinas con indigentes, la inseguridad, el campo abandonado a la sequía, la posibilidad del viaje al espacio para un país lleno de pobreza y abandono, cada ejemplar hacía una crítica mordaz sobre la realidad de aquellos los que se despiertan temprano y llegan muy noche con apenas unos míseros centavos en la mano.
Cartas del editor que a través de los años se disculpaban con el lector por el aumento del costo de la publicación: Vargas sabía que su público se quitaba el pan de la boca para leerle y cada que se aumentaba el precio de la publicación amenazaba el fantasma de la desesperación. “Disculpe estimado lector, pero la crisis nos obliga a subir el precio de esta publicación o tendrá que desaparecer”, palabras cada vez más constantes hasta que de pronto La Familia Burrón brilló por su ausencia de los anaqueles de los expendios nacionales.
En 1616 números un sinfín de personajes sostuvieron historias de la realidad mexicana con un tino incuestionable, ladrones con la piel quemada, jóvenes perezosos eternamente desempleados, ancianos solitarios, mujeres de la vida galante, una pareja de alcohólicos que habitaban en una colonia de casas de lámina y cartón, inclusive un marciano que esporádicamente llegaba a aquella vecindad en la que platicaba sobre la tierra con su pelirroja amiga; pese a que no en todos los números aparecía la familia que brindaba nombre a la publicación, cada ser que habitaba esa realidad ficticia tenía un papel importante en el reflejo de las múltiples caras que la miseria tiene en México.
Que el entorno de sus protagonistas poco haya evolucionado a lo largo de 61 años no es motivo de crítica ni desconocimiento de su autor respecto a los cambios que la sociedad ha tenido en las últimas décadas. Muy al contrario, conocedor de las tragedias y el estancamiento en que la sociedad menos afortunada del país vive, reflejaba claramente un mundo que parecía sumido en una depresión constante, sin evolución ni avance. De ahí que apenas las costumbres y usos en más de medio siglo hayan cambiado en las páginas de la historieta.
¿Cómo abordas una historia en la que por hambre una sociedad se come a los perros callejeros sin convertirte en un tipo despiadado?
Vargas sabía que la sociedad pobre no experimentaba aquel progreso tan vanagloriado en las campañas políticas, ese presumido en reuniones internacionales que colocan a México en el Olimpo del desarrollo.
Desafortunadamente cuando La Familia Burrón desapareció de los anaqueles no lo hizo porque su temática perdiera vigencia. Vargas resistió cuanto pudo a los cambios sociales, a los gustos internacionalizados de un público cada vez más reducido y a los golpes que la inflación da a los negocios y a la larga los hacen insostenibles.
No se acabó la pobreza, ni la estática realidad que sume a millones de mexicanos diariamente desde su nacimiento en la desventura. La Familia Burrón sostuvo durante muchos años la temática que está en la agenda de los gobiernos sólo cuando les es conveniente. Actualmente se les encuentra en compilaciones realizadas por Editorial Porrúa, cuentan con exposiciones y presencia en diversas estaciones del metro, y constantemente aparecen en exposiciones y remembranzas en las calles.
Al igual que muchos productos de historieta mexicanos se han convertido en un recuerdo, que pese a que probablemente jamás vuelva, seguirá siendo vigente mientras aquellas personas a las que pertenece la clase social de los Burrón sigan viviendo en una época que transita en un pasado eterno."
Borola Tacuche Burrón nació de la mano de Gabriel Vargas, quien a través de sus trazos semanales reflejó una realidad terrible con cierta gracia, demostró de algún modo que al menos en 61 años la realidad de los desventurados rezagados por la sociedad poco cambió. Borola habló por aquellos que sumidos en la pobreza son omitidos por las promesas del progreso y sólo existen en las campañas presidenciales.
La Familia Burrón representó en su primer número a la familia típica mexicana de clase baja. El lenguaje burdo y prosaico, la ignorancia, la desnutrición, la angustia del desempleo, la fortaleza ante el infortunio, la muerte, la fe, la familia como el único soporte ante la inexistencia: a la pobreza se le ignora, no se le ataca.
orola, Regino, Regino hijo, Macuca, Fóforo y Wilson, -perro callejero acorde a su familia- y una decena de personajes más que sostuvieron una publicación semanal que en 2009 vio su último número, apenas un año antes de la muerte de su creador.
Podemos imaginarnos a Gabriel Vargas, quien durante 61 años resistió los embistes del tiempo para traer una historia que al igual era cómica que cruda, en el momento justo en el que con su pincel decidió brindarle aquella espectacular cabellera pelirroja a una mujer ficticia que sería el reflejo de más de 53 millones de mexicanos que viven en el olvido.
En un barrio pobre de México, el Callejón del Cuajo número “chorrocientos chochenta y chocho”, un lugar inventado que al mismo tiempo existe en todas las colonias de nuestra capital, una vecindad destartalada recibió a una familia cuya madre evitaba el caos entre tanta desventura.
Borola, de familia de abolengo, quizá por esa locura tan destacada que número a número reflejaba, renunció a las riquezas y se casó con Don Regino, dueño del “Rizo de Oro” que no era más que una humilde peluquería casi vacía, más de oropel que de oro, en la que pasaba las tardes enteras esperando a que algún cliente se apiadara de aquel negocio en ruinas.
¿De qué trataba La Familia Burrón?
El mexicano, su mítica, la ciudad, los barrios, los rincones, los hoteles viejos, las esquinas con indigentes, la inseguridad, el campo abandonado a la sequía, la posibilidad del viaje al espacio para un país lleno de pobreza y abandono, cada ejemplar hacía una crítica mordaz sobre la realidad de aquellos los que se despiertan temprano y llegan muy noche con apenas unos míseros centavos en la mano.
Cartas del editor que a través de los años se disculpaban con el lector por el aumento del costo de la publicación: Vargas sabía que su público se quitaba el pan de la boca para leerle y cada que se aumentaba el precio de la publicación amenazaba el fantasma de la desesperación. “Disculpe estimado lector, pero la crisis nos obliga a subir el precio de esta publicación o tendrá que desaparecer”, palabras cada vez más constantes hasta que de pronto La Familia Burrón brilló por su ausencia de los anaqueles de los expendios nacionales.
En 1616 números un sinfín de personajes sostuvieron historias de la realidad mexicana con un tino incuestionable, ladrones con la piel quemada, jóvenes perezosos eternamente desempleados, ancianos solitarios, mujeres de la vida galante, una pareja de alcohólicos que habitaban en una colonia de casas de lámina y cartón, inclusive un marciano que esporádicamente llegaba a aquella vecindad en la que platicaba sobre la tierra con su pelirroja amiga; pese a que no en todos los números aparecía la familia que brindaba nombre a la publicación, cada ser que habitaba esa realidad ficticia tenía un papel importante en el reflejo de las múltiples caras que la miseria tiene en México.
Que el entorno de sus protagonistas poco haya evolucionado a lo largo de 61 años no es motivo de crítica ni desconocimiento de su autor respecto a los cambios que la sociedad ha tenido en las últimas décadas. Muy al contrario, conocedor de las tragedias y el estancamiento en que la sociedad menos afortunada del país vive, reflejaba claramente un mundo que parecía sumido en una depresión constante, sin evolución ni avance. De ahí que apenas las costumbres y usos en más de medio siglo hayan cambiado en las páginas de la historieta.
¿Cómo abordas una historia en la que por hambre una sociedad se come a los perros callejeros sin convertirte en un tipo despiadado?
Vargas sabía que la sociedad pobre no experimentaba aquel progreso tan vanagloriado en las campañas políticas, ese presumido en reuniones internacionales que colocan a México en el Olimpo del desarrollo.
Desafortunadamente cuando La Familia Burrón desapareció de los anaqueles no lo hizo porque su temática perdiera vigencia. Vargas resistió cuanto pudo a los cambios sociales, a los gustos internacionalizados de un público cada vez más reducido y a los golpes que la inflación da a los negocios y a la larga los hacen insostenibles.
No se acabó la pobreza, ni la estática realidad que sume a millones de mexicanos diariamente desde su nacimiento en la desventura. La Familia Burrón sostuvo durante muchos años la temática que está en la agenda de los gobiernos sólo cuando les es conveniente. Actualmente se les encuentra en compilaciones realizadas por Editorial Porrúa, cuentan con exposiciones y presencia en diversas estaciones del metro, y constantemente aparecen en exposiciones y remembranzas en las calles.
Al igual que muchos productos de historieta mexicanos se han convertido en un recuerdo, que pese a que probablemente jamás vuelva, seguirá siendo vigente mientras aquellas personas a las que pertenece la clase social de los Burrón sigan viviendo en una época que transita en un pasado eterno."
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